La robotización, paradigma del desarrollo tecnológico y resultado del progreso industrial, cada vez está más presente en las empresas, es ya un elemento indispensable en la mayoría de los procesos de manufactura. Las ventajas y aplicaciones de la robótica colaborativa han revolucionado la forma de trabajar: los cobots se adaptan a los flujos de trabajo y a las necesidades de producción con la máxima flexibilidad, pues son fáciles de reprogramar. Con su versatilidad y precisión contribuyen a mejorar la uniformidad de los procesos y la calidad de los productos. Además, los cobots se pueden mover y reubicar fácilmente, son capaces de trabajar en equipo y asumen las tareas más duras, tediosas y peligrosas.
Los robots colaborativos de la marca demuestran su capacidad creativa, artística e innovadora para intervenir en entornos “no industriales”
Ya han triunfado haciendo retratos con Marc Sallent, bailando junto a Sol Picó, actuando en la ópera ‘Turandot’ y creando al ritmo de la música junto a la Orquestra de Cambra de Granollers
Es un hecho que el crecimiento de la robótica colaborativa se debe principalmente al éxito de sus aplicaciones industriales (especialmente para PYMES), pero estas ventajas no han pasado desapercibidas para los artistas, que también han encontrado en ella un nuevo aliado. Universal Robots, líder mundial en la fabricación de robots colaborativos, atesora varios ejemplos artísticos, creativos e innovadores de cómo se pueden aprovechar las capacidades de un cobot para realizar tareas que van más allá de un simple movimiento manual y repetitivo.
Rienda suelta a la creatividad
Libertad creativa. Esta una de las premisas que persiguen con más ahínco los artistas. Y en este sentido, la tecnología puede convertirse en unas magníficas alas para dar rienda suelta a la creatividad y llevarla a límites insospechados. El resultado de unir arte y tecnología es prácticamente magia. Y para muestra… no uno, sino varios botones.
El artista barcelonés Marc Sallent, se define a sí mismo como “tecnólogo creativo”. Dentro de su obra destacan los thread portraits, unos retratos hechos solo con una base, clavos y un solo hilo. Sus cuadros tienen entre 72 y 300 clavos, distribuidos en un marco normalmente circular y un solo hilo que pasa entre ellos entre 700 y 5.000 veces, dependiendo de los grados de oscuridad que se quiera conseguir. Para su elaboración, el artista cuenta con la ayuda de un robot colaborativo de Universal Robots. No es un caso aislado. Los cobots de la firma han demostrado su capacidad y versatilidad con éxito en diferentes disciplinas. Así, en 1999 ni siquiera existían los cobots, y hoy ya conquistan los escenarios.
Coreografías y ópera
La primera vez que un robot colaborativo de la marca se colocó sobre el escenario fue en mayo de 2019, en el Teatro Nacional de Catalunya, durante la jornada Festibity, y nada menos que como pareja de baile de la coreógrafa Sol Picó. Ante 600 personas, coreógrafa y cobot ejecutaron una propuesta intimista que partía de la canción “Un año de amor”, de Luz Casal. Para preparar el número, Sol Picó planteó los movimientos que quería hacer y los ingenieros los programaron jugando con la velocidad y las diferentes posiciones. La impecable coordinación entre ambos, como símbolo de la convivencia cada vez más frecuente entre humanos y robots, no dejó indiferente a nadie.
Y del TNC, al Liceu. En el prestigioso teatro barcelonés, dos robots UR10 de Universal Robots cautivaron al público con su intervención en la futurista versión de “Turandot de Puccini” de Franc Aleu, Chu Uroz y Xavier Sagrera. Una enorme pirámide presidía el escenario emulando el trono del emperador y el hogar de Turandot: una estructura giratoria con seis bloques de escaleras y coronada por dos brazos robóticos que “interpretaban” a los guardianes del emperador y contribuían a crear una alegoría del poder y de la sociedad contemporánea. Los UR10 que “actuaban” en el Liceu tan pronto manipulaban los proyectores o controlaban la luz como movían las banderas del imperio.
Arte a ritmo de Haydn
El Teatro Auditorio de Granollers también vibró con una nueva incursión colaborativa a través de Robot Orquestra, un proyecto pionero impulsado por la Orquestra de Cambra de Granollers, dirigida por Corrado Bolsi, con el fin de conectar dos manifestaciones artísticas, la música y la cerámica. La iniciativa se estrenó con «Els elements«: sonó la Sinfonía 59 (del fuego) de Haydn mientras dos brazos robóticos creaban relieves en el barro, al ritmo de la música, adaptándose a los cuatro tiempos de la composición.
Estos son solo cuatro ejemplos, pero cada vez son más los artistas que escogen cobots para llevar a cabo sus creaciones, lo que demuestra que esta tecnología, con su versatilidad, se adapta fácilmente a sus necesidades, interactuando de manera segura, eficiente y precisa.
Hace tan solo unos años, la pregunta era: ¿qué sucedería si se aplicara la robótica colaborativa en entornos “no industriales”? Actualmente, se podría responder a esta cuestión con otra pregunta: Si fuera del ámbito industrial los cobots son capaces de crear arte… ¿qué no serán capaces de hacer en procesos más estándar como los de la industria?
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